Las explica el especialista Matías Pastore, quien forma parte de Iteros, una comunidad de asesores técnicos que trabaja con Bayer. Paso a paso, qué se debe hacer. Y cuáles son las distintas opciones de fungicidas que hay en el mercado.
¿Cuál es la importancia de hacer una detección temprana de enfermedades en soja?
– Es clave para construir el éxito de la toma de decisiones. El productor debe tener la máxima información posible para que la decisión de aplicar (o no) sea la adecuada. Si se toma la decisión de aplicar un fungicida, hay que maximizar el beneficio del producto, con el control de la enfermedad como primer objetivo.
Dentro de la detección temprana, siempre hay que integrar tres pilares fundamentales del hospedante, que en este caso es el cultivo de soja. Por un lado, qué variedad es. La mayoría son susceptibles a manchas y a enfermedades de fin de ciclo. Luego hay que determinar las condiciones ambientales, cómo se presenta la campaña en cuanto a precipitaciones, principalmente, y también realizar un correcto diagnóstico de la enfermedad o el patógeno presente en el campo.
A partir de ahí, reuniendo esos tres elementos, se cuenta con la información suficiente para tomar la decisión de una manera correcta.
¿Cómo se decide qué producto es el apropiado para cada circunstancia de aplicación?
– Una vez que se tomó la decisión de aplicación, después viene determinar con qué producto se llevará a cabo. En fungicidas hay dos tipos de tecnologías: las tradicionales (o más convencionales) de triazoles y estrobilurinas, pero también hay otras que incluyen triazoles, estrobilurinas y carboxamidas. Por diversos estudios, los ensayos que realizamos y nuestra experiencia con productores, sabemos que hay claras diferencias en cuanto a las respuestas que se obtienen con cada uno.
Si se puede elegir un producto más completo, de triple mezcla, como es el caso de CRIPTON XPRO, se obtendrán mayores controles y, a su vez, una mayor persistencia de ese control, que será una gran ayuda para la sanidad del cultivo y para maximizar el rendimiento.
Los productos que tienen carboxamidas, además de mejorar el control de las enfermedades de fin de ciclo, dan también consistencia en la respuesta de rendimiento. Esto, por supuesto, es fundamental.
¿Cómo se debe llevar a cabo un monitoreo de calidad?
- El monitoreo profesional de los cultivos es clave. Hay que dejar en claro que siempre hay que irse del lote con un número. No podemos irnos diciendo "hay un poco" o "hay algo". Se deben mensurar las variables que observamos en el campo y salir con números que sean comparables, que ayuden a tomar las decisiones.
En cuanto al monitoreo en soja, si nos centramos en las enfermedades de fin de ciclo, obviamente (como el nombre lo dice), se trata de síntomas que se observan al final del ciclo del cultivo. Pero, en realidad, son enfermedades que acompañan durante casi todo su desarrollo. Por supuesto, se debe intensificar el monitoreo cuando empiezan los estados reproductivos, desde R1. A partir de ahí, se debe empezar a integrar lo que se ve en el campo con información como las condiciones ambientales, el pronóstico para el resto de la campaña y demás.
¿Con qué frecuencia se debe monitorear?
- Como frecuencia de monitoreo recomendamos 7 días, evaluando toda la planta y contando los nudos que están afectados por la enfermedad. El primer valor que se debe considerar es la cantidad de nudos afectados, lo cual indica el nivel de la enfermedad que tiene el cultivo. Eso es un número que puede ser 20 ó 30 por ciento, en lo que suele estar la enfermedad más frecuente, que es la mancha marrón, normalmente encontrado en el tercio inferior del cultivo. Ese primer dato indica que la enfermedad está presente, que está el patógeno, y que hay un cultivo susceptible. Luego, hay que integrar decisiones, como la elección del producto, las condiciones ambientales y cómo seguirán hacia adelante, para determinar si se debe aplicar o no.
¿Qué otro consejo darías, entonces, para el correcto monitoreo de la soja?
- A veces pasa que el monitoreador se distrae con detalles en el cultivo. Pero en la soja hay que centrarse en las dos principales enfermedades de fin de ciclo que tenemos en la zona núcleo, que son mancha marrón y cercóspora kikuchii. Éstas son las enfermedades más frecuentes y sobre las cuales tenemos que orientar el monitoreo.
Luego, si hay dudas, recomendamos mandar las plantas a un laboratorio oficial, que puede ser del INTA, que tiene delegaciones por todos lados, o a uno privado, para tener certezas sobre si lo que creemos que vemos en el campo realmente es eso. Pero, en esta zona, la soja nos ayuda y lo más frecuente son estas dos enfermedades.
Ante una duda en el diagnóstico siempre sugerimos no tomar la decisión, porque a partir de allí se pueden encadenar más errores, como elegir un producto incorrecto. O quizás, el problema tiene que ver con factores abióticos (como una deriva o una deficiencia en la nutrición), ante lo cual no hay ninguna herramienta química.